César Yauri Huanay nace en el distrito de Ahuaycha,provincia de Tayacaja, departamento Huancavelica - Perú, en 1962. Ahuaycha, que en Quechua significa "Tejido pequeño" está en la ruta de la antigua carretera que va a Huancayo. Chalampampa Purhuay, Ahuaycha, Acraquia, Santa Rosa, son algunos de los importantes puntos de este tejido vital.
Cuando indagamos por el origen de su arte, César Yauri algo melancólico recuerda la lejana tarde de febrero, caminado bajo una llovizna tierna, de regreso a su casa después de haber cojido guindas en las chacras de Ahuaycha. A lo lejos, la música de un Huayno se extendía como una vibración alegre y maternal. Fue allí, en esos sentidos momentos que Yauri decide hacerse pintor. El Hermoso recuerdo de esa tarde de lluvia y música siempre lo acompaña a Yauri a manera de númen, agua bautismal y manantial de información.
Después de terminar sus estudios en Pampas y alentado por su profesor de arte, Julio Camac (Chipchi), Yauri llega a Lima deseoso de ingresar a la Escuela de Bellas Artes del Perú, que había fundado su paisano Daniel Hernández.
En las calles limeñas pregunta al azar por la Escuela y nadie le da razón. Un día domingo caminando por la Colmena, por donde se exhiben cuadros "Para turistas" le orientan, le dan la dirección, emocionado frente al local sueña estudiar ahí. Al siguiente día, Lunes regresa ilusionado y averigua requisitos. Se prepara con ahínco e ingresa "Mi emoción no Tuve con quien compartirla" nos dice. "Caminé por las calles solo, no sé cuanto tiempo".
En 1989 egresa de la Escuela Nacional Autónoma de Bellas Artes del Perú con el Primer premio. Ha expuesto en varias Colectivas. Su primera Individual fue en 1991 en la Galeria Vargas de Camino Real de San Isidro y su Segunda Individual en 1992 en la Galería L'Imaginaire de la Alianza Francesa de Miraflores.
La pintura de Yauri reinvidica a su estirpe en lo más representativo de sus costumbres festivas y mágico religiosas. En sus óleos trabajados con singular textura están los precisos rasgos que se depositan en nuestro espíritu. Los personajes de su infancia ha ido tomando el calor y el color del tiempo. El ritual de la Danza, la sombra desdoblada del bailarín, el dejo triste de una máscara, la insinuación de un cuerpo como una luz dibujando, esa sensación de lluvia tenue que no lo deja, la lastimera música fueron aparaciendo en el fervor de su pintura como una necesidad de urgente respuesta a la eterna interrogante de la vida diaria, de lo que somos y para que estamos juntos con nuestros semejantes